Friday 28 June 2013

No a la OTAN en Nuestra America


Discurso dado en el Festival Internacional de la Poesía de Resistencia 

POR LA PAZ Y EN CONTRA DE LA OTAN EN LATINOAMERICA 

María Páez Victor

Toronto, June 27, 2013   

“La guerra es el crímen estúpido por excelencia,
el único que no puede alcanzar
el perdón de Dios ni de los hombres.
La guerra está contra la cultura,
Pues destruye todos los valores espirituales.
Señor! La guerra es mala y bárbara; la guerra
Odiada por las madres, las almas entigrece;
Mientras la guerra pasa, quién sembrará la tierra?
Quién sembrará la espiga que junto amarillece?
Antonio Machado



Mucho me han honrado al pedirme que inicie  este Festival Internacional de la Poesía de Resistencia. La palabra es un arma sin igual, las ideas no se pueden matar con bombas. Y en estos tiempos de tanto peligro para nuestras democracias, nuestro socialismo, Nuestra América, no podemos callar. Tenemos que hablar, declamar, cantar, sin cesar para construir el mundo de la paz.

Vivimos en tiempos de cinismo. Y no es para menos. Los líderes de mayor poder en el mundo han demostrado ser expertos en la mentira y en la hipocrecía. Lo que llaman en inglés  el “ spin”, o sea la justificación pública para cualquier  política, incluso actos de agresión, es sencillamente tomado directamente de las agencias de publicidad, donde se puede decir cualquier cosa, con tal de que se venda el producto.

Quizas este cinismo también lo conocieron otras civilizaciones anteriores porque bien lo dijo el romano Agrícola , “Crean desolación y lo llaman paz”,  y es asi como  “vendieron” las guerras  en Serbia, Yugoslavia, Bosnia, Afganistán, Iraq, Libia, y ahora Siria. No con  sospechas probable, no con precauciones razonables, sino con  mentiras descaradas.  Eran intervenciones  supuestamente “humanitarias”, eran para salvaguardar a los civiles, para erradicar el terrorismo, eran inverosimilmente “bombas por la paz”. Y esas guerras desatadas por la OTAN en Europa y Medio Oriente que han matado a millones de personas y han destruído países enteros,  ahora echan su temible sombra sobre Nuestra América.

El martes pasado el Presidente Juan Manuel Santos de Colombia firmó un tratado con ese instrumento de guerra que es la OTAN y  con  cinismo sin verguenza alguna, proclamaron que Colombia es ahora  “Socio por la Paz” con la OTAN. Es el primer tratado de la OTAN con un país Latinoamericano.  Lo definen como un tratado de cooperación e intercambio de información clasificada en la lucha anti-terrorista y anti-narcotráfico. Tengan por seguro que son ellos los que dictaminarán quiénes son los terroristas y narcotraficantes.

Desde su inicio el 4 de abril del 1949, la OTAN ha tenido un fin bélico, no es una organización de poseía y cultura, sino abiertamente de intervención militar, y es la más poderosa que este mundo ha visto, ya que, a pesar de tener 26 miembros, es en realidad el brazo “multi-nacional” del Pentágono: son los aliados militares de la unica super-potencia.

El pacto suscrito entre Colombia y la OTAN ha sido severamente criticado, por países latinoamericanos como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Brazil, pues atenta contra UNASUR. Está directamente en conflicto con los fines de la integración Latinoamericana y la defensa del continente. Es en realidad el resurgimiento, a escala nunca antes soñada, de la Doctrina Monroe.

Si Colombia forma parte de UNASUR, cómo puede formar parte de la OTAN? Si va a intercamabiar información clasificada con la OTAN significa que todo lo que suceda en UNASUR lo sabrá la OTAN. Colombia será la sirvienta de espionaje de los EEUU y Europa.

Diputados europeos  de izquierda han repudiado este acuerdo denunciándolo como el escándalo que es, pues se está premiando a un estado en guerra contra su propia población,  donde continúan las ejecuciones extra-judiciales, torturas, desaparecidos, falsos positivos,  donde la protesta se criminaliza y donde hace  escasos días de la firma del  siniestro tratado, el ejército colombiano asesinó campesinos en Catatumbo. 

Este tratado  es una carta blanca para que el gobierno colombiano siga pisoteando los derecho humanos de su pueblo.

Sin embargo, la Revolución Bolivariana sigue su paso, sin el inmortal Hugo Chávez pero con su hijo político Nicolás Maduro, que ante los ataques a la economía venezolana, la invasión de paramilitares  y demás actos de  desestabilización, ha mostrado ser  realmente un estadista de temple. Y es un revolucionario porque lleva su marca. La marca del verdadero revolucionario es  el optimismo,  es la convicción de que sí vale la pena luchar por el pueblo, que no nos podemos rendir sino seguir adelante con la verdad y con la justicia y apoyando el gran projecto de integración Latinoamericana, que Simón Bolívar propuso y al que Hugo Chávez le formula una  infraestructura con UNASUR, CELAC, ALBA, PETROCARIBE, PETROSUR, MERCOSUR, BANCO DEL SUR, TELESUR, BANCO DEL ALBA Y RADIO DEL SUR. Hugo Chávez comprendió perfectamente que la integración es la más imporante protección para Nuestra America ante el imperio preponderante.

Como dijo otro célebre romano, (Vegetius) en el Cuarto Siglo, “Quien desea la paz, debe prepares para la guerra.” La paz verdadera, la paz con justicia, require sagacidad y temple ante el enemigo, pero hoy en día, ante el poderío aplastante de las fuerzas militares imperiales, la guerra abierta no  viene al caso. Hay solamente dos armas esenciales:

·      * la información libre – y ahí tenemos los héroes modernos Julian Assange y Edward Snowdon arriesgando sus vidas por defender la verdad ante unos medios internacionales bastardizados y vendidos; y

·     * la unidad e integración de nuestro pueblos, la solidaridad, el nexo humano – nuestra cultura, nuestra historia, nuestras lenguas, nuestra espiritualidad- todo lo que nos une para defender todo lo que es vida, todo lo que es amor, y no callar  ni amedrentar ante las hipocrecías y las  infamias que lanzan para dividirnos tanto el imperio como  los traidores.

Ojalá que Juan Manuel Santos no pase tristemente a la historia como traidor de sus tiempos,  tal como Santander en el Siglo 19. Esperemos que se dé cuenta antes de que sea demasiado tarde que ha puesto en peligro no solamente al querido pueblo colombiano, sino a los pueblos de toda Nuestra America. No debe vender su patrimonio por un plato de lentejas.


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